El hábito del sol

No podemos enamorarnos del espejo.

No creamos que nuestras obras son maravillosas solo porque nos reflejan.

El nombre de nuestra abuelita nos enternece a nosotros y a nadie más.

Nuestro lugar de origen no tiene por qué provocar nostalgia generalizada.

Eso sí: el recuerdo del primer amor, contado con la suficiente profundidad, puede reunirnos con el lector.

Un buen libro nace de esta comunidad.

La obra de Gabriel García Márquez se basa en las memorias del autor, pero no sería una GRAN OBRA si los lectores no se pudieran ver en ella.

En esas hojas está lo que cree Gabriel García Márquez del amor, pero también lo que podría pensar de él Juan Martínez, Josefina Hernández o Rebeca García, los lectores.

En el caso de libros de NO FICCIÓN, pensemos en CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS de Dale Carnegie.

Claramente refleja las investigaciones de Carnegie, pero NADIE habría comprado un solo ejemplar si no creyera que le servía para mejorar su propia vida.

El hábito del Sol consiste en pasar de la individualidad (hábito de la Luna) a la comunidad.

Y debe ocuparse de asuntos tan sencillos y, a la vez, tan demandantes como:

  1. Usar las reglas gramaticales y ortográficas que todos los que compartimos un idioma conocemos.
  2. Que el avance de la historia pueda ser entendido por el lector (no se vale experimentar si esto no es parte del mensaje).
  3. Que se comprenda quién es el narrador y que resulte verosímil.
  4. Y todo aquello que permita que el mensaje vaya de autor a lector con la mayor profundidad, fidelidad y efectividad.

De otro modo, el lector estará ciego.

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