Hace poco, Olmedo Beluche escribió un artículo, publicado en el diario La Prensa, que regresaba a su tema preferido: las verdaderas razones de la separación de Panamá de Colombia. Su conclusión era la misma de siempre, con matices ligeramente novedosos. Apuntaba a que el Pro Mundi Beneficio que reza nuestro Escudo nacional refleja los intereses económicos de un pequeño grupo del país y de un sector de Wall Street (para más información, podría leerse el libro de Ovidio Díaz, El país creado por Wall Street), y no los del pueblo panameño. Este pueblo, por el contrario, eligió las luchas por la soberanía de Panamá, lo que va en contra de este lema que nada se ocupa de la autodeterminación como país. Aún después de entregado el Canal, sin embargo, persiste la visión de que solo somos puente comercial, lugar de paso de mercancías.
¿Tiene sentido, en un mundo que cuenta con las herramientas necesarias para la más absoluta globalización, insistir en una misión nacional tan superflua como Ser puente comercial? ¡Todos los rincones del mundo pueden ser puentes comerciales! Para esto no se necesitan ideas, pensamientos, verdadera creatividad. Un sistema más o menos robotizado puede cumplir con este fin eficientemente. Entonces, ¿cómo podríamos distinguirnos de las meras máquinas? Tiene que haber algo más en nuestra misión.
¿Qué es la cultura? El término se deriva de la palabra cultivo y recoge todos los aprendizajes que un grupo desarrolla mientras enfrenta problemas de sobrevivencia ante su entorno e integración entre sus miembros. La cultura se manifiesta en el arte y otras obras humanas, pero es mucho más que eso. La cultura, ya puede adivinarse, es un ejercicio de CREATIVIDAD. ¡Oh, palabra tan repetida en los últimos tiempos! Pero a diferencia de lo que se cree usualmente, la creatividad no es inventar nada. Los hermanos Wright, sin duda un par de seres muy creativos, no inventaron el aeroplano. Si se analiza con cierta paciencia, podrá entenderse que lo que hicieron fue relacionar ideas: el vuelo de los pájaros con estructuras metálicas y ergonómicas. La gran proeza de la creatividad es encontrar parangones entre conceptos que antes no tenían relación. De modo que, para ser creativo, lo primero que se necesita es tener información y, de preferencia, mucha información. ¿A qué queremos llegar? Para que un ejercicio de desarrollo cultural tenga éxito, necesitamos tener acceso a información histórica, monumentos que nos hablen de generaciones idas, testimonios del pasado y arte. Pero los panameños no nos hemos distinguido por conservar las huellas de quiénes fuimos.
Hay que reconocer que Omar Torrijos fue el primero que se abrogó la responsabilidad de dar forma a la masa diversa de este país. Antes de él, los diferentes grupos étnicos y de inmigrantes fueron huérfanos de un propósito colectivo. Se podría asegurar que se ocupó, por primera vez, de intervenir conscientemente en nuestra cultura más plural. Con Torrijos nació el Instituto Nacional de Cultura y, por su amistad con pensadores como Graham Greene y Gabriel García Márquez, promovió la identidad panameña. José de Jesús Martínez, quien fue su peculiar escolta, un filósofo y matemático, además de escritor, recogió su pensamiento, una serie de principios bastante concretos que apuntan tanto a la solidaridad humana como a la importancia de un desarrollo que surja de la mismísima identidad panameña. No estoy hablando de la caduca y superada oposición entre la Izquierda y la Derecha, sino de apoyar un humanismo que aspire a hacernos mejores personas. Tampoco estoy diciendo que su proyecto haya sido perfecto. Como dijo Ortega y Gasset, somos nosotros y nuestra circunstancia, y la circunstancia que rodeaba a Torrijos no era sencilla. Podría opinarse que el profundo populismo que utilizó no sería el más adecuado para la situación del Panamá actual, cuando se requiere urgentemente empoderar a las personas. Un nuevo proyecto no tiene que ser exactamente el de Torrijos, pero sí sería deseable que lo tuviera como base.
Ser puente en la educación, eso sería plausible. Ser puente en la ciencia, que es hacia lo que ha apuntado Ciudad del Saber. Víctor Mojica dijo algo parecido hace algún tiempo. Tenemos que ser más profundos en nuestras aspiraciones, menos plásticos, como señala Rubén Blades en su canción. Y esto solo puede lograrse con más Cultura, entendiendo los hilos que nos motivan.