Los medios de comunicación están reestructurándose y despidiendo a cantidades cada vez mayores de colaboradores. La Zona libre de Colón necesita transformarse: actualmente sobrevive no por su giro original, el de los intercambios comerciales e internacionales, sino gracias a las maquilas de productos. La creación de empresas Off shore jamás se repondrá del golpe fortísimo que representaron los mal llamados Panamá papers. Y, en general, el mercado interno carece en estos días de poder de compra y esto ha hecho que muchos comercios se debiliten y algunos más cierren. El flamante crecimiento económico que se publicitó a diestra y siniestra está apagándose como una llama a la que se le sopla.
Los panameños culpan al presidente, Juan Carlos Varela, quien está terminando su mandato pidiendo una dispensa urgente a la Asamblea legislativa; en otras palabras, está solicitando dinero adicional porque ya no le queda en sus arcas estatales. A la población le parece que su incompetencia, ya anunciada por su jefe anterior, Ricardo Martinelli, quien lo despidió siendo este presidente de la república mientras que el actual dirigente era su vicepresidente, es la causa. Parece que sí. La culpa es de Varela, por supuesto. Su desempeño ha sido nefasto, no cabe duda. Pero si miramos el panorama completo, veremos también otras razones.
La entrada de la era de la información se profundiza en la década de los ochenta, cuando todos comienzan a utilizar las computadoras. Más tarde, el internet se populariza y trae cambios aún mayores. Esto transforma nuestros hábitos de trabajo y sociales. Se dice que se alteraron dos leyes que parecían inmutables, las leyes del tiempo y del espacio. En otras palabras, fue posible, gracias a la tecnología, comunicar un mensaje con diferencia de tiempo y a personas distantes de nosotros como si fuera presencial. Como ejemplo, podemos decir que por medio de vídeos se puede impartir una clase a una persona que, en otros momento y lugar geográfico, podrá estudiarla. Este cambio, en efecto dominó, hizo caer una fila de consecuencias imparables que no dejan de poner en crisis al mundo.
La incompetencia de Varela, y de otros gobernantes que le antecedieron, mayor o menor, según el caso, es la de no haber previsto esta serie de eventos que han puesto en jaque a casi todos los países. ¿Qué debían hacer las empresas para adaptarse y cómo podía ayudar el gobierno a que esto ocurriera armoniosamente? ¿Qué capacitaciones y nuevos empleos era necesario impulsar? ¿Qué diplomacia debíamos promover? En fin, cómo podíamos adelantarnos a lo que se está viviendo ahora, que es una crisis que amenaza con ser muy profunda. No quiero ser alarmista, pero aún no se ha dado ningún paso para salir de ella.
¿No era obvio, desde hace ya muchos años, que los medios de comunicación tradicionales serían suplantados por los que tuvieran presencia en el internet? ¿Hacía falta ser genios para saber que nadie iría a la Zona Libre de Colón teniendo a Amazon y contactos internacionales en la mismísima pantalla de sus computadoras? ¿No era posible saber que la competencia internacional se recrudecería? Panamá, gracias al seudo monopolio de los intercambios comerciales que le procuró su posición geográfica, tuvo los flujos de capital suficientes para mantenerse a flote en crisis que afectaron a otros. Bastaba con atraer a clientes del extranjero presentando una imagen potable, aunque a veces mentirosa, de nuestro sistema. Esto mantenía a nuestra oligarquía accionando la caja registradora y controlando al grueso de la población proveyéndola solo de lo suficiente para que la paz no se alterara. Pero, esta vez, todo indica que no será tan fácil. Y ya asoma su cabeza la Inteligencia Artificial, la cual suplantará incontables empleos con algoritmos de computadoras.
En esta encrucijada, ¿qué debemos hacer? Por vez primera, no servirán en absoluto los cambios cosméticos y tendremos que cuestionarnos nuestra mismísima identidad. La cultura, tan tenida en menos durante décadas y más décadas de desprecio estatal, será la única que podrá facilitar semejante tarea. Las empresas creativas, la interculturalidad, la promoción de nuestros valores artísticos y otras señales identitarias servirán para darnos sentido en medio de las convulsas mareas del cambio. Sobre esa base, podremos construir un sistema basado en las nuevas tecnologías. El único candidato que se ha pronunciado a favor de un Ministerio de Cultura, hasta ahora, es Nito Cortizo. Este es un hecho. Hago esta declaración con absoluto interés partidista porque considero al PRD la única institución que ha demostrado una consistente preocupación social. Esta vez, no sirven los intereses solo personales. O pensamos como comunidad y remamos coordinadamente hacia un mejor destino, o nos hundiremos todos.