Sobre monos, chamas y diálogo

Esta mañana estaba escuchando la emisora Wao y a Charlie Stewart, y así me enteré de la controversia que ha despertado la canción “La chama” de Míster Saik. Charlie es el primo de un buen amigo y, en varias ocasiones, conviví con él y su hermano durante mi adolescencia. Nos sentábamos en un portal, en un quicio que llamábamos “El murito”, y conversábamos y escuchábamos música y tengo buenos recuerdos de él. También conozco, desde pequeño, a Eduardo Lim Yueng, otro locutor de Wao. Sé que, si quiero saber qué bochinches circulan entre el panameño común, tengo que sintonizar esta radioemisora.

Míster Saik grabó una canción que trata (negarlo sería una necedad) de venezolanas que se prostituyen. La canción lo dice con doble sentido, pero lo dice. El otro lado de la moneda es que, hace un par de años, sin recurrir al doble sentido sino de modo muy directo, una venezolana cuyo nombre no recuerdo ni quiero recordar, llamó a los panameños monos (lo que es un retroceso mayúsculo en cuanto a racismo) y, en contraposición, se ponía a sí misma, siendo descendiente de europeos, en un nivel evolutivo mayor. No sé cómo alguien puede decir algo así, en estos tiempos, sin llorar o carcajearse. Es como si no nos importaran nuestros defectos porque tenemos buena letra, de calidad caligráfica. O dejáramos de lado que somos imbéciles solo porque tenemos bonitas piernas. Tiene que ser un caso de autoengaño o una broma. ¿Alguien puede sentirse realizado solo porque su piel es más clara que la de otros? ¿No importa la presidencia de Obama, la rectitud de Mandela, el talento de Carlos Russel y de Danilo Pérez, nada de eso importa porque esta venezolanilla es automáticamente superior por el color de su piel? ¡Por favor!

Los panameños somos gente sencilla, nacionalista y que tiende a dar sus opiniones no individualmente, sino como grupo. Por eso no es de extrañar que las discusiones recientes, tanto la de los monos como la que está girando en torno a la canción “La chama”, hayan tomado niveles de enfrentamiento entre colectividades. Panameños contra venezolanos, negros contra blancos. Pero fue solo una venezolana la que nos llamó monos y fue Míster Saik a quien se le ocurrieron letras misóginas y deshonrosas. O sea, si todas las venezolanas son racistas, ningún negro podrá tender lazos positivos con ellas. Y si todos los panameños somos unos patanes, qué relación sana podríamos construir con una mujer. Curiosamente, yo conozco muchas relaciones interraciales exitosas entre panameños y venezolanas.

Acepto que es necesario airear: llevamos tiempo conviviendo, venezolanos y panameños, y es lógico que alguna rencilla surgiera. Pero hagámoslo dialogando.

Para colmo de contradicciones, la esposa de Míster Saik es venezolana. Es como odiar a tu propia madre. Pero no me atrevo a ir más allá porque yo ya resolví mis complejos de la adolescencia.

En fin, opino que lo mejor es ver a las personas como individuos, como seres siempre por descubrir. ¿Para qué me acercaría yo a cualquiera si de antemano lo creo negativo? Por eso los estereotipos hacen pequeño a quien prejuzga, ¿no creen? Saik tiene su éxito mediático, pero no hay que tomar tan en serio lo que dijo. Sigámonos sorprendiendo al conocer una persona por vez.

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