Confieso que llevo algunos meses consumiendo la llamada comedia Stand Up. Vi vídeos de argentinos y mexicanos, y me pareció grandioso Felix Buenaventura. Luego llegué a los estadounidenses, Aziz Ansari, Hannibal Buress y Louis CK, y a un sudafricano, Trevor Noah. Poco a poco, el secreto de la comedia comenzó a revelarse ante mis ojos (esto no quiere decir que sepa hacerla: soy una de las personas más formales que existen, pero he visto sus hilos, tal como un biólogo descubre las características de una nueva especie).
Después de los rutinarios días revoltosos, de impresionante fuerza centrífuga, que las ciudades nos obsequian, una hora de buena comedia sacude las conchas de metal que se pegan al cuerpo.
Aunque Aziz Ansari fue mi preferido alguna vez, cuando descubrí a Louis CK me di cuenta de quién es el verdadero jefe. Louis CK es hilarante. ¿Cómo lo logra? Él mismo se define como un desgraciado profesional (professional asshole), y lo que da risa es cómo demuestra que todos somos unos desgraciados. Por ejemplo, cuenta que el mayor reto de ser padre es ser paciente. Su hija de cinco años lo enfrenta en un juego de mesa. Los dados indican ocho. La niña debería contar los ocho espacios; es lo que requiere para una sana formación. Pero Louis CK se impacienta; desea contar el mismo los pasos del recorrido. La quiere mucho pero es mayor su impaciencia. ¿No es cierto esto? ¿No nos vemos reflejados en esta imagen?
La verdad, cuando aparece con convincente inocencia, es graciosa. Hay personas que son graciosas sin saberlo; otras tienen las agallas de eludir el ridículo, el mayor represor social, y son graciosas cosncientemente. La verdad es liberadora. La verdad es excéntrica como un hombre adulto que se presenta, ante una multitud, para que se rían con él, y de él.
Carlos Oriel Wynter Melo 