Hace poco vi la película Julieta de Pedro Almodóvar. Otro drama humano de cuidada manufactura. La narración es paciente, detallista en la descripción de emociones, plagada de descubrimientos internos. Pero esto no es nuevo en Almodóvar. Es su firma. Recordemos Tacones lejanos.
La película que prefiero de él, aunque tiene un argumento que se aleja ligeramente de los que acostumbra, es La piel que habito. Los detonantes de la acción son concretos, pero esto no evita una reflexión profunda sobre los caminos desbordados que ha seguido la ciencia.
Me detengo. No es el objetivo ahora (ni estoy capacitado formalmente para ello) hacer crítica de cine. Volveré al principio: estaba viendo Julieta. Es la historia de una mujer que se siente responsable de quienes le rodean. Ve el suicidio de un hombre a quien le negóa fríamente conversación y esto la turba mucho. Movida por el momento, tiene sexo con quien se convertirá en el padre de su hija. Este morirá después, pasada una discusión, cuando ya están casados y son relativamente felices. Finalmente, su hija la deja. Sin explicaciones convincentes. Solo se va. Este es un apretado resumen de los eventos que más me impactaron del film.
Y entonces me dije: sin duda esta es la vida, un drama de Almodóvar, una reflexión paciente, detallista en cuanto a emociones humanas, que requiere de descubrimientos internos. No lo dudo. ¿Pero qué atención tendrá una madre panameña de pocos recursos, e igual podría decir costarricense o colombiana, para detenerse y meditar sobre la partida de una hija? ¡Seguramente tiene tres o cuatro chicos más que atender y, si se la piensa mucho, la echarán del empleo que necesita para darles sustento!
De la urgencia de las circunstancias, nace una urgencia propia, personal, de la que ya no podemos deshacernos.
Lo común es que se pase por el mundo con prisa, sin ver realmente. Hoy solo parece haber tiempo para las máquinas.
Estoy seguro de que lo ideal es vivir en una película de Almodóvar, aspiremos a ello, pero tendrá que ser a contracorriente.