Nueva inauguración de Exedra Books

P1050172_800pxDesde hace algún tiempo sé que la librería Exedra Books, la más grande de Panamá en cuanto al espacio físico de su local, sufriría cambios enormes. De boca de Rodrigo Terán, dueño de la empresa, supe que abandonarían el edificio de siempre y se mudarían a un lugar más pequeño, menos costoso. Hoy escuché que la librería está, definitivamente, cerrando. Esto me hizo volver a tres ideas mías imborrables, que me persiguen sin tregua.

(Como muestra de nostalgia anticipada, un botón: esta librería y la Biblioteca Nacional son -eran- los únicos dos lugares de la capital panameña en que es posible concentrarse y leer, porque no hay sonidos sobrepuestos).

Primera idea. Las empresas con impacto cultural panameñas – en ciertas circunstancias históricas, todas las empresas con impacto cultural del mundo- necesitan una facilitación estatal, o al menos un marco estatal que las contemple. Exedra nunca gozó de ese derecho. La cultura no puede dejarse en manos del inquieto y maquiavélico libre mercado (para ciertos temas, sí creo en el libre mercado), así como una madre no puede dejar que su hijo coma golosinas siempre, solo porque sus sabores encantan. La cultura debe dirigirse para que enaltezca a la gente y, por tanto, es una decisión política.

Segunda idea. ¿Qué aprendizajes deja el esfuerzo considerable de los Terán, empresarios que creyeron en los libros? En más de una ocasión, vi a la señora Sheila Terán, al lado de sus subalternos, moviendo cajas de un lugar a otro, sillas, lo que hiciera falta mover. Debemos seguir este ejemplo. La cultura dejó de ser para gente delicada, que cree que le corresponden pedestales. La cultura panameña se está jugando la vida y no admite que se le use para poses. Qué va. Aquí hay que arremangarse las camisas y ser consecuentes. Si una dama lo hizo por muchos años, apartándose de caminos más fáciles que estaban a su disposición, no veo por qué otros creadores de cultura tendrían que ignorar este llamado.

¿Qué va a ocurrir? Estamos viviendo una inflexión en el devenir cultural. Recuerdo que, a finales del siglo XX, 1998 y 1999, racimos de narradores y poetas estaban publicando sus primeros libros. En gran medida, esto se debió al empuje y entrega de Ricardo Ríos Torres y Enrique Jaramillo Levi, y a otros promotores más. También se debió al esperanzado esfuerzo de Sheila Terán, quien fundara Exedra Books como un punto de encuentro. La curva nació, engordó y cayó. No hay narradores menores de treinta años publicando responsablemente en la actualidad. Ni uno. Hay que volver a inyectar las energías necesarias. Tengo confianza en que ya está ocurriendo, pero debemos tomar conciencia de lo ocurrido. Se inaugura una nueva Exedra Books de experiencias, construyamos sobre esa base.

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