Estaba aún en los pasillos del Centro de Convenciones Atlapa, rodeado de maquillajes de «calavera» y fotografías de afrodescendientes de Guerrero, México – era la Feria Internacional del Libro panameña y como invitado de honor teníamos al país azteca -, cuando un hombre barbado y al que conozco muy poco, me preguntó:
¿Qué haces tú presentando fascistas?
Al principio, no entendí de qué estaba hablando. La pregunta hacía una doble suposición: yo era la persona menos indicada para respaldar una postura fascista, y alguien, alguno de los escritores cuya obra había apoyado en días recientes, podía considerarse, por lo menos a los ojos de esta persona, un fascista.
Un día antes, eso sí, había tenido una experiencia que aún estaba digiriendo emocionalmente. La recordaba como un rostro furibundo que se me acercaba en slow motion. El rostro se había fruncido antes para gritar:
¡Esas palabras te las vas a tragar!
Esto, que parece retratar una vulgar pelea cantinera, ocurrió en un salón de los usados por la Feria para actividades culturales. Los zapatazos con que avanzaba el agresor, amortiguados por la alfombra de rombos y color oscuro, parecieron retumbar en lo más hondo de mi conciencia. A mi derecha, en la primera fila de la sala, estaba el escritor Juan David Morgan y su hermano, Eduardo, quien en algún momento amenazó con usar su bastón para sumarse a la rencilla. Al lado de ellos, el embajador de España y otros miembros de este cuerpo diplomático, permanecieron en sus sillas, quizás previendo más dificultades. Un venezolano audaz logró ponerse delante de nosotros y cubrió con sus brazos al escritor.
Un día antes, el 20 de agosto, mi amiga me había abordado sobre esa presentación: sí, era por eso que se me consideraba fascista ahora, debía ser por esa presentación. Me dijo entonces que no había podido pasar de la página treinta del libro. Lo consideraba parcial y malintencionado.
¿Por qué no escribió sobre lo positivo que tiene la revolución cubana?
Pero la voz del personaje, le dije, es la de un defensor de la revolución cubana, en esencia.
¡Tú has estado en Cuba, Carlos!
Y sí, estuve en Cuba hace poco, y creo tener amigos ahí. ¿Qué tiene que ver? El personaje principal del libro era completamente verosímil e, incluso, me pareció tierno, cubanísimo, reflexivo, bondadoso. Por eso me gustó.
Quienquiera que me conozca sabe que creo en la gente y en el valor de hacer converger sus fuerzas. He fundado organizaciones en las que las personas nos unimos para hacer cultura. Intento no amoldarme a las mecanizaciones cotidianas, ni explotar a mi prójimo, ni ser explotado por otras personas. Mis padres se formaron gracias a los procesos democráticos que Omar Torrijos generó, y eso siempre lo recuerdo y lo alabo. ¿Y? ¿Qué tenía que ver eso con una obra literaria? Podemos encontrar ideología hasta en El Quijote, si la buscamos, pero eso no suele provocar que a Cervantes se le tache de comunista o de salvaje capitalista.
Estos fue lo que pasó: JJ Armas Marcelo lanzó su libro Réquiem habanero por Fidel en la Feria del Libro panameña. Me correspondió presentarlo. Lo leí y me pareció un libro bien escrito, con un gran personaje inolvidable, Walter Zepeda; eso dije cuando antecedí al autor en la sala Chaquira de ATLAPA. En cuanto a él le tocó hablar, lo hizo de modo cordial, incluso comenzó igualando todas las dictaduras. Dijo que cuando Franco murió, fue el día más feliz de su vida, que no creía en ninguna dictadura.
Cuando llegó la sesión de preguntas y respuestas, Reinaldo Rivera, un dirigente del Partido Revolucionario Democrático (PRD), partido originalmente de tendencia izquierda, se refirió a una noticia en la que Armas Marcelo deseaba la muerte a Fidel. Él no estaba de acuerdo con eso, en el caso de ningún ser humano y menos, aseguró, en aquel caso, el de un ser humano extraordinario. Aunque hubo ligeros rozones verbales, no pasó a más. Armas Marcelo incluso me dio un leve codazo y me dijo que dejara que todos se expresaran. Pero mi amiga, a quien aún creo inocente, una víctima de la marejada ideológica, marejada que no puedo aplaudir, tan violenta ese día como la codicia neoliberal a la que dice oponerse, tan intransigente como el poder al que acusan de intransigente, tan bárbara ante la expresión literaria como lo es la educación neoliberal, habló por largos minutos para que nadie más hablara, o sea que no quería conversar, sino imponer tal como dice que se imponen otros. Y Armas Marcelo, no conteniéndose más, gritó:
¡El Che era un asesino asmático!
Y entonces fue que del fondo de la sala nació la furia, el rostro que se acerca y grita y amenaza:
¡Esas palabras te las vas a tragar!
Y se dio el enredo de brazos y la confusión y aparecieron unos pocos policías con cara de sorprendidos, sorprendidos porque se supone que los libros, usualmente, despiertan elevadas, y no bajas pasiones.
Y ahora estaba este hombre barbado, como tienden a estar los seguidores del Che y de Fidel, preguntándome:
¿Qué haces tú presentando fascistas?
Y yo pienso que el fascista es él, pero le digo:
Yo presenté un libro, un libro bien escrito, un libro que me hizo comprender mejor a los hombres, o sea que es un libro humano, o sea que me considero, más que una cosa u otra, un humanista.
Maestro Wynter, que difícil ser centrado en un mundo de extremos.
Valiosas sus reflexiones… como siempre.
Dios las personas son a veces fundamentalistas hasta en su manera de pensar.
Qué buen cuento, Carlos. E ilustra muy bien esto de estar atascados entre las ideologías. La ligereza con que se usan los términos y se etiqueta a la gente. La forma reducida, simplificada, cómo se está pensando desde estos espacios de poder. Así es en mi Venezuela: o eres «revolucionario-chavista» o eres un «fascista de mierda». Y en ese limbo gigantesco repleto de gente incapaz de conseguir interlocutor con quien hablar de que se puede ser humano y solidario e inteligente y libre desde la propia conciencia, nos encontramos muchos, silenciados.
Excelente Carlos, me gusto ver esa parte de tu personalidad tan real y desconocida para mi. Sigue siendo grande, eres un personaje en mi vida que me insta a seguir escribiendo.