Hay un orden ideal para acercarse al intercambio de palabras que han sostenido, desde hace algunos días, Nicolás Maduro, actual presidente de Venezuela, y Rubén Blades, afamado cantautor panameño. El orden ideal es el cronológico. También habría de tener presente qué rol juega cada uno en el orbe.
Al leer la primera carta que publicó Blades, 18 de febrero, no es difícil imaginárselo frente a un escritorio amplio, tecleando en una computadora portátil. Se nota que se escribió de manera pausada. De vez en cuando, debió consultar el internet. Siempre es cuidadoso. En ningún momento toma partido por las partes enfrentadas. Dice: «Estas dos facciones políticas han tenido, cada una en su momento, la oportunidad de servir realmente al país, pero han fallado, tal vez porque cada una ha preferido servir a sus propias agendas, fracasando en el intento de integrar al país mayoritario (…) Ninguno de los dos posee realmente el apoyo mayoritario, de allí la parálisis. Ambos argumentos poseen un pedazo de la verdad, pero ambos se rehúsan a unirlos para crear el terreno común que permita concertar una propuesta para todos los venezolanos». El tal vez es determinante. Y la afirmación rotunda que se incluye, Ninguno de los dos posee realmente el apoyo mayoritario, puede ser confirmada con datos objetivos.
En cambio, si el primer acercamiento a la discusión se realiza en otro orden, escuchando y viendo el vídeo que protagoniza el señor presidente Nicolás Maduro, del 19 de febrero, se tendrá otra percepción. No será necesario imaginar: el vídeo presenta los detalles. Las palabras son más emotivas y menos meditadas, o por lo menos se les da ese tono para llegar a un espectro más amplio de personas. Niega que pueda negociarse en ningún nivel con la oposición, que es lo que en esencia sugiere Rubén. E implica que Blades, inconscientemente, sirve a los intereses imperiales. Dice: «Yo te invito a que vengas a Venezuela, en privado si quieres, para que converses con nuestro pueblo. Si tú crees conveniente, conversas conmigo un ratico. Y, si es posible, cantamos a la paz, pero no creas que en Venezuela se va a dar ese proceso que tú recomiendas aquí, y que estos grupos fascistas son una alternativa para este país».
Rubén Blades cierra con una segunda carta del 20 de febrero, que también se nota muy pensada. De manera amable, insiste en buscar puntos de encuentro: «Le expreso mis opiniones, Señor Presidente, sin odio, sin agendas secretas, ironías, ni intereses subrepticios. Reitero mi agradecimiento por el tono de su conversación y por su consideración al otorgar la atención de su valioso tiempo a las palabras de este panameño de Latinoamérica.
»Termino con una especie de ruego a los bandos enfrentados en la querida Venezuela: empiecen a sumar y dejen ya de restar. Y que se detengan los insultos y la diatriba, para que los venezolanos empiecen a conversar; que el silencio es el mejor preámbulo a un diálogo razonado».
Hay dos formas de ver el mundo en este intercambio. Para Blades, cabe la visión ideal de la reconciliación. Maduro insiste en que no es posible la reconciliación – es comprensible este abordaje dado su papel político y circunstancial. Esperemos que la visión más utópica, artística, si se quiere, sea la que prevalezca.