Aunque contraria al punto de vista de Joel Franz Rosell, el otro panelista de la mesa, la ponencia siguiente habla de uno o dos Julio Verne absolutamente reales. En todo caso, parece una ficción.
La presenté completa hace una o dos semanas en la Feria del Libro de Panamá. Ahora cuelgo su primera parte en este blog.
Leo a Julio Verne desde que tenía ocho años. Gracias a la meticulosidad de mi madre y a su apego a nuestra infancia – la de mi hermana y la mía -, conservo ejemplares de sus obras editados en 1981, 1978, 1977.
El primer encantamiento que sentí fue la ilusión de ser mejor de lo que soy. A la luz de Verne nos percibimos más inteligentes, aventureros y valerosos. Su fingimiento está construido sobre bases tan científicas y creíbles que es aprehensible hacerlo realidad. Por eso Verne es la semilla de seres humanos superiores.
Dijo Augusto Monterroso que todo escritor se va del lugar de su nacimiento en un momento de su vida. Y que este viaje no necesariamente es geográfico. Debo reconocer hoy que mis primeras andanzas fueron impulsadas por Julio Verne.
Como influencia literaria, lo conservé en el lado desconocido de mi cerebro. Solo cuando releí mi obra me di cuenta de que mis personajes también se sustentan en la ciencia, en la ciencia psicológica. Y que se prolongan en aventuras sorprendentes, aventuras psicológicas.
Mientras fui niño, me bastó con este mundo ficticio y poco supe del hombre. La vida de Verne es en apariencia mucho más aburrida que su literatura. Se arriesgó poco y aunque llegó a tener veleros, no encontró islas misteriosas ni dio la vuelta al mundo en tiempo record. Sin embargo, el enigma que rodea su existencia da pie para alimentar curiosidades.
¿Cómo conoció Verne el punto casi exacto del que despegaría el primer cohete con destino a la Luna? ¿En qué se basó para describir la forma y medidas de la cápsula con tan poca diferencia de las reales? ¿Cómo pudo prever el desarrollo de los submarinos? ¿Y cómo retrató la París del futuro más de un ciento de años antes?
Dicen que Verne quemó presurosamente sus archivos siete años antes de morir. Y que fue muy celoso con los detalles de su vida privada. ¿Por qué?
Ya siendo un adulto, tuve acceso a varios libros biográficos de él y su existencia comenzó a parecérseme otra obra de literatura. Verne llegó a llamarse a sí mismo El más desconocido de los hombres, luego asumieron el apelativo sus contemporáneos y en la actualidad reaparece regularmente en escritos que lo aluden.
La siguiente ponencia reúne datos biográficos de este hombre universal pero poco conocido. Empiezo con las referencias más comunes y termino con otras extraordinarias. Advierto desde ahora que no es una presentación de academicismo literario ni de precisión histórica ni busca llegar a conclusiones racionales. No temeré plantear preguntas que es imposible responder objetivamente: ¿habrá sido clarividente el autor de La Tierra a la Luna?
Imagen tomada del blog Isla de Papel.