La «Cacica» Ngöbe-Buglé, Martinelli y Rene Pérez de Calle Trece: las vicisitudes de Maquiavelo en el Trópico.

Hace algunos años, la revista National Geographic publicó un mapa de las zonas verdes del planeta. En él se notaba que las áreas mejor conservadas, más verdes, coincidían con asentamientos indígenas. Un amigo humanista y español, Alberto Sánchez, me hizo darme cuenta entonces, que Occidente tenía mucho que aprender de las habitantes originales americanos. Y más en estos tiempos de caos ecológico.

O sea, aunque generalmente se les empareja a los indígenas con el atraso, con la poca o nula civilización – acéptalo, ese es el estereotipo que se les cuelga -, ellos y sus valores pueden ser la llave del futuro.

Del 31 de enero al 5 de febrero, los indígenas de la Comarca Ngöbe-Buglé, encabezados por la «Cacica» Silvia Carrera y otros líderes indígenas, bloquearon la vía interamericana para exigir el cumplimiento de un acuerdo minero. Esencialmente, estaban defendiendo sus tierras de la explotación. El 5 de febrero, sin embargo, fueron brutalmente agredidos. Poco después, respondieron con actos vandálicos; la respuesta no debía ser menos.

Siempre he creído que ser diferentes – hasta los hermanos gemelos los son, esencialmente – no implica tener distintos objetivos. Vivir con prosperidad, por ejemplo, nos interesa a todos, tengamos los valores que tengamos. ¡Hey, estamos en la misma casa! ¿O no?

Ese pareció ser el punto de vista de Rene Pérez, del grupo Calle 13, quien se solidarizó con los indígenas a través de su cuenta de twitter. Pero no solo se solidarizó con ellos, llamó al diálogo.

Y es que lo que más llama la atención del choque, es la ignorancia cultural de Martinelli – ya lo he dicho en otra ocasión : nuestro gobernante no tiene profundidad humana, qué va. ¿Cómo pretende persuadir al liderazgo de un grupo indígena sin conocer, aunque sea un poquito, sus valores? A los indígenas no les cabe en la cabeza que la tierra le pertenezca a alguien.  Menos que la compre una minera internacional o compañías hídricas privadas. No señor.

Por supuesto, esto es incomprensible para el encuadre maquiavélico de Ricardo, a quien la emotividad del trópico ha vapuleado en no pocas ocasiones.

Existe un cuento sufí muy antiguo que le queda a esta situación como anillo al dedo. Lo cito mucho, así que no me extrañaría que ya esté inserto en otra de mis entradas. Como sea, ahí voy. Cuatro ciegos tratan de describir un elefante. Ese es el meollo del cuento. El primer ciego palpa el enorme vientre del animal y cree que así es él todo. El elefante es como un gran tambor, asegura. El segundo ciego se ha colocado por el lado de las orejas y su tacto le dice otra cosa. No, declara, el elefante es como las alas de una mariposa. El tercer ciego acaricia la trompa del paquidermo y cree que es como una serpiente gruesa y rugosa. Y el último ciego se acerca al animal por el lado de la cola y lo describe de otras manera, como una serpiente, pero delgada.

El relato lo que demuestra, por supuesto, es que la verdad la tenemos todos y ninguno: la verdad se hace sumando los diferentes puntos de vista. ¿Podrá Ricardo Martinelli comprender esto, algún día?

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