Mis primeros acercamientos serios a la escritura fueron los talleres literarios.
Llegué a ellos de manera distraída: quería pulir la redacción de mi tesis.
Pero no me ha ocurrido mejor accidente.
Tal vez no lo fue.
Como dijo Octavio Paz, los seres humanos siempre estamos buscando una parte olvidada de nosotros mismos.
En el taller me reencontré con mis lecturas, hice amistades que compartían mi vocación y aprendí de un GRAN facilitador tapatío.
La vocación literaria es resistente y no importa qué tanto la vida te aleje de ella, el tirón de un momento te hace regresar.
Como los talleres eran estatales, me di el gusto de participar en varios alternadamente.
Gracias a almas generosas logré publicar mis primeros escritos en revistas y periódicos.
Incluso fui parte de una exhibición que combinaba imágenes y fragmentos de narrativa.
En resumen, las ventajas que brinda un taller literario son muchas:
- Podrás acceder a comentarios de lectores, lo que no siempre es posible. Quienes participan en estos talleres usualmente han leído mucho y, por supuesto, practican la escritura, así que lo que digan de tu trabajo tendrá muy buen juicio. Además, si el facilitador es el adecuado, la discusión sobre tu obra será dirigida de manera constructiva.
- Te sentirás motivado por el entusiasmo general. Es un hecho que los grupos multiplican las energías de sus participantes.
- El facilitador o algún participante podría abrirte puertas para tus primeras publicaciones. También podrían nacer proyectos colectivos en el seno del taller.
- Aprenderás, al revisar los textos de tus compañeros y recibir realimentación sobre los tuyos, a ser más crítico y objetivo en la construcción literaria.
Definitivamente, tanto el facilitador del taller y como quienes participan en él son amigos del escritor en ciernes y debe aprovecharse su compañía.
Carlos Oriel Wynter Melo 