Carolina Fonseca sobre Nostalgia de escuchar tu risa loca

photo      Carolina Fonseca nació en Caracas, Venezuela, el 12 de marzo de 1963. Obtiene el título de Abogado en la Universidad Católica Andrés Bello. En el área literaria, tiene un libro de cuentos escrito a dos manos con Dimitrios Gianareas: Dos voces 30 cuentos (Foro/taller Sagitario Ediciones, Panamá , 2013). Es socia fundadora de Foro/taller Sagitario Ediciones, junto con Enrique Jaramillo Levi.

Nostalgia de escuchar tu risa loca, primera novela de Carlos Wynter Melo, escritor panameño que hasta ahora se había destacado como cuentista, me habla de la nostalgia; no de la nostalgia de un amor como la letra del tango al que parece aludir este título afortunado:

Nostalgias

de escuchar su risa loca

y sentir junto a mi boca

como un fuego su respiración.

 

No de esa. Me habla de la Nostalgia; inevitable tristeza que tarde o temprano nos ronda, porque la vida es también una sucesión de pérdidas.

La buena ficción tiene la virtud de representar para nosotros lo que nos aqueja, nos preocupa, nos angustia o conmueve, y lo hace a través de muchas historias; infinitas maneras y puestas en escena. Esta vez, Wynter Melo se vale de Arcos, un hombre de cuarenta años, músico, de vida bohemia; sus días discurren fáciles tejidos por la música, las mujeres, los amigos y lugares que frecuenta. Al inicio, su mundo se le trastoca con la partida de la vocalista del grupo en el que tocan Arcos y sus amigos. Me interesa que nada en el texto nos anuncia cómo ese hecho, junto a otros que se van sumando, como la partida de una amante, Juanita Jones, van deshaciendo o socavando el entramado que sostiene a Arcos, su lucidez, su balance; me interesa  cómo en la novela los días de Arcos se van sucediendo uno a uno como una larga repetición de sensaciones, estados de ánimo, encuentros, rutinas, a lo largo de un circuito siempre conocido, hasta que por esos toques en apariencia inofensivos que producen los cambios inevitables, el vidrio de su cordura se va astillando sin llegar a estallar fatalmente. Me interesa que ambas mujeres dejan lo que les resulta conocido para buscar otros horizontes, en contraposición al resto del grupo, en especial Arcos, que parece quedar gravitando en torno a Estelita y a la posibilidad de su regreso como vocalista; gravitando en torno a la fantasía del cuerpo mutilado y hermoso de Juanita Jones enredado en sus sábanas; gravitando en torno al amor perdido de Ana Rosales a la que llama por teléfono a diario sabiendo que quien le va a atender es el marido; gravitando en torno a una panadería en la que hacían un pan extraordinario a la que acude para ver una cortina de metal con candados y aun así volver una y otra vez con la esperanza de verla abierta; gravitando en torno a las mujeres que frecuenta, y a los bares y restaurantes y recuerdos. Y ese delirio de no poder soltar, de querer persistir en lo que fue, llega a tal extremo que Arcos termina por creer que el General Omar Torrijos, personaje importante del pasado  político  panameño, ya fallecido, deambula por las calles de Panamá impunemente. Todo un país gravitando en torno a su pasado.

Creo yo que esta clase de nostalgia que me es familiar ha estado presente en la experiencia humana en la que la verdad incuestionable del cambio como única constante se contrapone con esa necia resistencia que oponemos queriendo evitar lo inevitable. Y es en esa red de relaciones donde hacemos descansar nuestra aparente identidad y precaria cordura. Pero en estos tiempos y espacios urbanos, la obsolescencia parece la realidad última. De ahí que se me haga tan creíble Arcos y su fragilidad.

Creo yo también que las buenas novelas nos inquietan, sin ninguna pretensión de solventar o resolver nada, de ahí que encuentro natural esta sensación abierta e irresuelta que me deja la lectura. Una lectura que logró seducirme, que ganó mi  simpatía por un personaje muy distinto a mí; una lectura grata por la fluidez del lenguaje, su ligereza (en el mejor de los sentidos), el desenfado de Arcos y de la narración misma; el hallazgo de ciertas frases, deliciosamente sensuales (visuales, olfativas, táctiles); la mezcla de risa y compasión que me provoca la lectura; mi lectura, una entre otras muchas lecturas posibles. 

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