El nuevo mensaje: notas sobre la edición actualizada de MIS MENSAJES EN BOTELLAS DE CHAMPAÑA (fragmento)

La primera versión de Mis mensajes en botellas de champaña apareció tras el chasquido de dedos de una mención honorífica en el Concurso Centroamericano Rogelio Sinán. El jurado que otorgó dicha mención dijo que se trataba de una propuesta moderna, ingeniosa y con trabajo escritural, pero lo más significativo para mí, fue que celebrara a Rogelio. Sinán fue el escritor panameño que mejor tramó y ejecutó, como conjunto, el acto mágico de su obra mágica. La misma incluye ensayos, cada vez más difíciles de hallar, que definen el cruce del Canal (de Panamá) y el camino vegetal del istmo como el Abracadabra de la nueva panameñidad[1]. Rogelio Sinán fue el seudónimo de Bernardo Domínguez Alba, como Tristán Solarte lo fue de Guillermo Sánchez Borbón; ambos se rebautizaron con calcos de sus islas, Taboga y Bastimentos[2]. Pero si razonamos sobre cómo nos borra un nuevo nombre, la explicación que honra solo el lugar de nacimiento—madre tierra que nos parió—resulta insuficiente: ¿por qué despersonalizarse y exhibirse al mundo como concepto? Me atrevo a considerar una paradoja: Sinán fue isla para ser mucho más que una persona aislada. Rogelio Sinán extendió sus brazos literarios—que eran larguísimos—para alcanzar a cualquiera que se identificara con su mito.

Las islas están muy presentes en el inconsciente colectivo panameño—el istmo fue un islote que el magma volcánico empujó fuera del agua, hace un tiempo geológicamente corto. Mis mensajes en botellas de champaña parece no tener relación con una isla, pero fue mi propio, modesto y primer esfuerzo para desperdigar un archipiélago, completar un continente o manchar el globo terráqueo con puntos. Mi seudónimo y mito fue el mestizaje y componiendo historias quise ser alguien más. Pero yo no soy Sinán y tras las voces argentinas, estadounidenses, mexicanas y también panameñas es posible descubrirme aislado. Ahí están los conflictos personales de cuando escribía en aquella época. Por eso el libro es imperfecto y tan perfecto como debía ser. Y por eso fue inmejorable que viera la luz por un pase de Rogelio, el Sinán, quien sigue vivo después de muerto.


[1] Sinán, Rogelio.Plenilunio. Sin novedad en Shanghai. Fundación Biblioteca Ayacucho. Colección Clásica. República Bolivariana de Venezuela. 2007.

[2] «….Según los agrónomos, la copa es tan grande como las raíces mismas. Es la misma equivalencia. Entonces, como yo nací de mi padre, cojo el nombre de mi padre, Rogelio. La madre es la tierra, Taboga, la isla. El último monte de Taboga, con una cruz en su cima, se llama Sinaí, como el monte Sinaí de la Biblia, y en aquel entonces yo leía a Renán. Entonces, Sinaí y Renan hacen Sinán: Rogelio Sinán». Tomado de entrevista realizada a Rogelio Sinán por Alina Camacho-Gingerich y Willard P. Gingerich.

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