Las biografías de Julio Verne (conclusión: las otras biografías)

Javier Sierra, periodista español, publicó una investigación titulada El más desconocido de los hombres.

El escrito comienza con el hallazgo de la misteriosa obra París en el siglo XX. Dicen los hechos que este fue el segundo manuscrito que Verne tuvo intenciones de publicar y Hetzel, desde su posición de editor, lo rechazó. El libro presenta una visión sombría pero a la postre exacta, de la capital francesa en el futuro.

Cuando en 1979 el tataranieto de don Julio, Jean Verne, decide forzar un cofre que había permanecido cerrado por más de un ciento de años, no pudo prever que su contenido se convertiría en el centro del interés mundial.

Al principio se especuló sobre la autoría de la obra – es del conocimiento público que Michel, hijo de Verne, terminó o rescribió muchos de los borradores. Pero los registros históricos, llevados a cabo por recomendación del mismo Hetzel, demostraron que era una novela auténtica.

Cito las palabras de Jean Verne según entrevista realizada por Javier Sierra:

«Apenas un mes después de morir Julio Verne, mi abuelo Michel publicó una lista con las obras de su padre que aún permanecían inéditas. Entre ellas figuraba claramente la obra París en el Siglo XX, y pronto, en los archivos de la familia Hetzel, se descubrió también una carta en la que éste rechazaba la referida novela por considerarla demasiado pueril».

¿Por qué despertó tan inocultable atención el texto? Esta obra, que provocó tan decidida censura por parte de Hetzel, al ser leída a finales del siglo pasado tomó tintes de profecía realizada. Se retrata una estructura extremadamente similar a la torre Eiffel. Se habla de un vehículo comparable al tren subterráneo que comunica París. Echa en falta el matiz artístico del siglo XIX.

Pero antes de presentar los hallazgos de Sierra, repasemos algunos fragmentos del enérgico rechazo, para que entendamos de qué trata París en el siglo XX:

 

La carta de Hetzel a Verne luego de revisar los manuscritos de París en el siglo XX.

Escrita a fines de 1863 o inicios de 1864

Editado por Cristian Tello

 

Mi querido Verne, daría cualquier cosa por no tener que escribirle hoy. Ha emprendido una tarea imposible y no ha logrado llevarla a mejor término de quienes lo han precedido en asuntos análogos. Está a gran distancia, por debajo de Cinco semanas en globo. Si la lee dentro de un año va a estar de acuerdo conmigo. Es periodismo menor acerca de un asunto nada feliz.

No me esperaba una obra perfecta; ya le dije que sabía que estaba intentando lo imposible, pero esperaba algo mejor. No hay allí un solo asunto sobre el futuro que se resuelva ni una sola crítica que no se parezca a otra mil veces hecha. Me asombra que haya hecho usted con tanta urgencia y como empujado por un dios algo tan penoso, con tan poca vida.

Es mejor serle franco. Si usted hubiese fracasado en la puesta de una obra teatral, lo comprendería, y bien se fracasa en un libro como en una obra, y cuando el punto de partida llega a lo imposible, no hay nada que pueda conducir al objetivo, ni talento, ni descripción de detalles, nada salva lo que no puede salvarse.

No veo nada que alabar en este caso, nada que aplaudir francamente. Siento tanto, tener que escribirle, pero sería todo un desastre para su reputación el que se publicara este trabajo. Daría la impresión de que el globo fue una feliz casualidad. Yo, que tengo el capitán Hatteras, sé que la casualidad por el contrario es esta cosa frustrada, pero el público no lo entenderá así.

¿Hace falta decírselo?, este libro es casi el de un niño, el de un principiante, el de un hombre que va como un abejorro contra una ventana.

Y sobre las cosas en que me considero competente – las de literatura, por cierto -, usted habla como un hombre de mundo que en algo las conoce, que ha asistido a estrenos, que advierte, satisfecho, los lugares comunes. Esto no es ni elogio ni crítica. Es lo que se debe decir.

Usted no está maduro para este libro, lo va a rehacer dentro de veinte años. Esta es la pena por envejecer el mundo en cien años para no estar por encima de aquello que corre hoy por las calles. En fin esto es un fracaso, un fracaso y cien mil hombres me podrían decir lo contrario y los enviaría a todos a paseo.

Desafortunadamente cien mil hombres hablarían como yo lo estoy haciendo.

Nada hay en él que hiera mis sentimientos ni mis ideas. Sólo me hiere la literatura, y ésta es inferior a usted mismo en casi en todas sus líneas.

Su Michel es un pájaro vulgar, los otros no son divertidos y a menudo resultan desagradables.

Usted es mediocre allí, hasta los cabellos. No hay una verdadera originalidad, no hay simplicidad, no hay espíritu, no hay, en una palabra, lo que pueda hacer una carrera de seis meses a un libro. Sólo hay cosas que pueden hacerle un daño irreparable.

¿Acaso no puedo, querido niño, tratarle como un hijo, con alguna crueldad, porque sólo le deseo lo mejor?

¿Su corazón se volverá contra quien se atreve a amonestarlo con tanta dureza?

Espero que no, y no obstante ya sé que me he equivocado más de una vez acerca de la fuerza de las gentes que reciben un consejo verdadero. Si no tuviese delante mío al autor del globo, no dudaría que, convencido o no, sería usted partícipe de mi buena intención. Ahora bien, uno de los efectos de su libro nuevo, es que me hace temer que no está usted lo suficientemente maduro, lo suficientemente fuerte para comprender este desgarre quirúrgico. Dios sabe por tanto que si su libro hubiese tenido solamente un cuarto de éxito estaría decidido a considerarlo de buen grado.

Suyo, J. Hetzel

 

El hallazgo de París en el siglo XX renueva la curiosidad en torno, no tanto a la obra, sino a la persona de Julio Verne. Y Sierra se aboca a investigar. Constata, entre otros sorprendentes descubrimientos, que hay supuestas claves en la obra de don Julio. Pero antes de señalarlas, asomémonos a los pasajes menos conocidos de su vida.

Todo parece indicar que Julio Verne pertenecía a una sociedad secreta, una de las muchas que proliferaban en aquellos tiempos. Michel Lamy, en un poderoso ensayo publicado en 1984[i], sostiene que la discreción del escritor se debía a votos empeñados en el seno de una sociedad llamada Angélica o de la Niebla, a la cual fue introducido por Alejandro Dumas. Dicha sospecha se sostiene en las inclinaciones esotéricas muy conocidas de Dumas. Este escritor contó con amistades estrechas de ocultistas tan respetados como Papus o Eliphas Lévi o el famoso quiromante D´Arpentigny. Este último se dice que presentó al joven Dumas con Verne.

Michel Lamy, en entrevista concedida a Sierra, explica sobre la sociedad de la niebla lo siguiente:

«…Era una especie de Golden Dawn a la francesa. Mientras esta influyó en las ideas de muchos autores ingleses, la Niebla convocó a literatos y pintores como Gaston Leroux, George Sand, Maurice Le blanc o Dumas, bajo una ideología muy próxima a otras sociedades como los rosacruces».

Y según el mismo Lamy, hay claves ocultas en la obra de Verne que delatan la influencia de esta ideología. En Robur el conquistador, por ejemplo, pueden encontrarse las iniciales R y C, que son las siglas de Rosa-Cruz. Y el protagonista de La vuelta al mundo en ochenta días se llama Phileas Fogg, nombre que arroja dos coincidencias: el título del texto básico de la Sociedad de la Niebla, El sueño de Polifilo, cuyo equivalente etimológico es Phileas, y el apellido de este personaje, Fogg, que en inglés significa niebla. En este mismo libro, La vuelta al mundo…, aparece el Reform Club, el cual vuelve a sugerir las iniciales de Rosa Cruz.

Podría llenar muchas más páginas con los ejemplos que brinda Lamy, pero prefiero pasar a otra fuente citada por Sierra: el autor Franck Marie[ii].

Marie compara señales insertas en publicaciones de Verne, Leroux y Leblanc, todos escritores relacionados con sociedades iniciáticas, y nota que reproducen una y otra vez las iniciales R y C, Rosa Cruz.

Pero este tipo de concomitancias no se circunscriben a las fronteras francesas. Bram Stoker, miembro activo de la Golden Dawn inglesa, da a conocer su Drácula y Verne pone punto final a El castillo de los Cárpatos, locación ambientada muy cerca de la mansión del chupasangre de Stoker. Con esto, ambos profundizan en un tema que no es extraño a las sociedades secretas: la inmortalidad.

En fin, no significa que estas coincidencias, por mucho que reincidan, sean pruebas irrefutables, no. Pero la escalada toma altos niveles cuando llegamos a la tesis final de Sierra, quien, no lo olvidemos, persigue la respuesta para una interrogante muy precisa: ¿Cómo pudo Verne ver el futuro?

Y la conclusión se presenta finalmente: Julio Verne podía haber contactado a entidades espirituales y poderosas que le permitieron ver los destinos de la humanidad. Esa es a la conclusión que llega Sierra, y otros muchos intelectuales que estudió: Marie, Lamy. Pero por desgracia, esto nunca podrá probarse por completo: su respuesta se perdió en las nieblas del tiempo y de nuestras insondables capacidades humanas.

Buenas tardes.


[i] Lamy, Michel. Jules Verne, Initié et Initiateur. Payot, Paris. 1984

[ii] Marie, Franck. Le surprenant message de Jules Verne. Verité Anciennes. París, 1981

Imágen extraida de kaosenlared.net

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