Escribí estas líneas en una banca de Plaza del Sol, en Guadalajara. Reflexioné sobre ellas mientras caminaba por el centro de la misma ciudad. Debían servirme de guía para mi participación en el evento los 25 secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana. Pero al fin, no las usé. El azar – todopoderoso azar – quiso que una excelente moderación de Andrés Neuman, hiciera salir de mí otras palabras. Las reproduzco hoy a modo de compromiso público.
Creo absolutamente en el azar. He visto pruebas de su poder y me parece la puerta para el sabio descontrol. Si no fuera por él, si dependiéramos de nuestras decisiones conscientes, no habría modo de superar nuestros propios egos.
Soy quien no debió ocurrir. He dicho muchas veces que me formalicé en la literatura de manera accidental, sin quererlo conscientemente, sin otra salida. Soy alguien que escribe con insistencia, con rabioso gusto, en y desde un país sin tradición literaria o en el mejor de los casos, con una tradición literaria desconocida.
Como he dicho en varias ocasiones, intenté mucho no ser escritor. Intenté ser estrella de rock, por ejemplo, saxofonista o baloncetista reconocido. Ya de último traté de perderme en las multitudes de empleados que trabajan en las empresas de modo rutinario, sin fallar nunca. Todo fue inútil. Mis intentos por ser normal, fracasaron.
Y entonces se me ocurrió lo que, si se ve bien, debió ocurrírseme desde el principio: que yo jamás sería normal, que yo estaría siempre muy lejos de ser normal, y que mientras más rápido lo aceptara, más rápido me pondría en paz conmigo mismo. Entonces acepté ser escritor.
Así que la primera noticia que les tengo es que, señoras y señores, carezco de la capacidad de estandarizarme, y que más que producir trabajos de autoayuda, optaré siempre por los de autoproblematización, porque yo he abandonado la idea de que el mundo es normal y de que hay modos de normalizar a las personas, he renunciado a la fe de que alguien puede autoayudarse para normalizarse.
Porque si yo tuve la imperiosa necesidad de ser quien no debía ser, seguramente hay personas que se inquietan ante el mismo llamado. Para ellos quiero y debo escribir; para ellos escribo.
Hay muchas personas por ahí, quizás tú que lees esto, perdida entre multitudes de otras personas, que están destinadas a ser quienes no son, y que pueden encontrar en estas palabras un espejo.
Para ellos hay que generar mensajes no de autoayuda, sino de autoproblematización, libros que los comprometan a aceptarse, a ser fieles a sí mismos a pesar de todo, a reconocerse aunque sea lo más difícil de sus vidas…
Foto tomada en la habitación que ocupó Francisco Díaz Klassen (de pie, al fondo), Hotel Riu de Guadalajara. En ella aparecen, además, Miguel Antonio Chávez (de pie, con camisa rosada), Carlos Wynter Melo (sentado) y directivos de la Feria del Libro de Guadalajara.