El negocio y el ocio
Suele ser difícil de explicar que la literatura y otras actividades creativas pueden ser un negocio. Lo políticamente correcto es que las personas digan que sí, que pueden serlo. Pero sus acciones demuestran otra cosa. Siempre es lo primero que recortan cuando las arcas menguan, por ejemplo. Y las autoridades gubernamentales no asisten a eventos de los creadores, a los que envían en su lugar al subalterno menos querido. Se restauran concursos literarios y se impulsan ferias del libro, pero siempre pende sobre ellos la amenaza de desaparecer. Preguntémonos la razón. Hay una fe profunda que rescatar.
Tal vez haya una causa etimológica para estas dificultades. La palabra negocio proviene de los términos latinos NEC y OTIUM, los cuales unidos significan, con exactitud, negación del ocio. Y ocio se define como EL ESTADO DE LA PERSONA QUE NO TRABAJA. Y las actividades de creación tienen un fuerte componente meditativo, de aparente reposo. Y TRABAJO es TENER UNA OCUPACIÓN REMUNERADA EN UNA EMPRESA, INSTITUCIÓN, ETC, aunque también se habla de los esfuerzos intelectuales, los que nunca son fáciles de evidenciar. Así, aventuro, desde que la palabra negocio ronda nuestras mentes, la relacionamos con esfuerzos visibles, no con personas que parecen holgazanear.
El aparente ocio, en realidad, es la madre de los negocios
Lo cierto es que debemos al supuesto ocio jugosísimos ingresos. Si no lo creen, recuerden a Benjamín Franklin, quien con ociosidad hizo volar una cometa no una sino varias veces, para atraer los relámpagos que habríamos de domesticar. ¿No son hoy los servicios eléctricos prósperos negocios? ¿Y cuántas aplicaciones de la fuerza de gravedad se desprendieron de las ociosidades de Isaac Newton? Los automóviles no serían lo que son si desconociéramos este principio. Y se podrían enumerar, al menos, una decena de giros empresariales que dependen de él.
Más recientemente, en el libro EL PODER DE LOS INTROVERTIDOS EN UN MUNDO INCAPAZ DE CALLARSE, de Susan Cain, se demuestra que el pensamiento creativo está detrás de manifestaciones mucho más activas. Por ejemplo, Steve Wozniak, quien fue el compañero silencioso de Steve Jobs. Es tan omnipresente esta verdad que Patricia Aburdene, teórica clarividente, vislumbró una era en la que el ser humano entrará más en contacto consigo mismo (y se reconcilia con su propia creación), el Capitalismo Consciente. Tal vez a esto se debe que disciplinas como Mindfulness estén en auge.
Y eso que no hemos mencionado la muy comprobada salud mental que procura el arte. No acabaríamos de mencionar ejemplos.
Pero el reto es otro. Cómo conciliar, en la mentalidad común, aquello que no tiene aplicación evidente, el aparente ocio, con lo que niega el ocio, el negocio. Creo haber dado ya el primer paso: demostrar que hay una elusiva, pero determinante efectividad en las obras de los autores.
Los creadores, la electricidad
Cabe utilizar una analogía con los creadores y la electricidad, para explicar cómo podemos reconciliar lo que parece irreconciliable, el negocio y el aparente ocio. Reconocer que, como la invisible electricidad, la invisible creatividad humana tiene una carga energética capaz de alimentar ciudades, es admitir la existencia del derecho de autor. Dice la Ley 64 del 10 de octubre de 2012, ley que rige el destino de las obras y sus creadores en Panamá, que el autor es dueño de lo que genere, tanto en el sentido moral, extensión de sus ideas y de sí mismo, como en el patrimonial, la explotación de su obra. Y alguno dirá que la electricidad no es lo que se cobra, sino el servicio de hacerla llegar a los hogares. Pues ocurre lo mismo con el autor: él no cobra la creación en sí (esto sería imposible, por lo etérea que es), sino el esfuerzo mental de concebirla, de hacerla obra concreta y la misma obra.
Pero, también, como cualquier empresa, el autor necesita otras personas con las que tender una red organizativa. Entre otras muchas, están las entidades de gestión colectiva, las cuales se encargan de detectar quienes reciben la energía que se produjo, y recolectar las regalías por lo que iluminan la obras. Tengámosla como una empresa que se encarga de apoyar el servicio de energía, ni más ni menos.
SEA es la Asociación de Editores y Autores de Panamá, entidad de gestión colectiva que, en Panamá, protege las derechos de las obras escritas. Cuenta con personería jurídica, concedida por el Ministerio de Gobierno mediante Resuelto No. 2-PJ-18, desde el 23 de enero de 2013. Su objetivo es regular la reprografía de material protegido, contenido en publicaciones de diversos soportes y temática. Cabe resaltar que, actualmente, esta reprografía ocurre de manera indiscriminada y sin autorización ni remuneración alguna para los titulares de las obras.
El nombre de su presidenta es Fulvia Vergara (presidencia@seapanama.org), el de su vicepresidente, Rafael Ruiloba (rrr.7777.msanta@gmail.com) y su director actual es Carlos Wynter Melo (direccion@seapanama.org)
Actualmente, Sea mantiene relaciones con: Cadra de Argentina, CCC de Estados Unidos, CDR de Colombia, Cedro de España, Cempro de México y CopyRo de Rumania.
Estamos proyectando con Acodere, entidad de gestión colectiva de derechos reprográficos de Costa Rica, firmar un acuerdo Sui Generis para iniciar una alianza centroamericana.
Nuestra membresía ha aumentado es de 69 miembros. Actualmente, Sea mantiene conversaciones y convivencia con autores de obras visuales pertenecientes a la Asociación Panameña de Artistas Plásticos (Apap) y con miembros de la Asociación Panameña de Traductores.
En síntesis, los esfuerzos de los autores no son ociosos, los creadores son generadores de energía, energía que todos, de un modo u otro, consumimos. Y estos esfuerzos necesitan ser remunerados para que ellos puedan sostenerlos. Para lograr tal fin, deberán unirse a la entidad de gestión que les corresponda para, apoyados en sus servicios, acceder a las justas regalías que les corresponden.
